Introducción

¡Idiomas! A la edad de 19 años, estaba preparado para entrar en la universidad. Estudiaría Filología Hispánica. Lo sé, una opción poco enfocada a las posibilidades del mercado. Pero siempre había sido un fanático de la literatura. Sin embargo, nunca había estudiado nada de Lingüística, el otro pilar de la Filología. Qué diantres: aún era monolingüe. Mi (siendo generosos) apenas B1 en inglés no podía concederme el título de bilingüe.
Diez años más tarde, mi novia me preguntó (hace apenas unas semanas) por qué no añadía latín como séptimo idioma de mi repertorio. Me lo preguntó en la principal lengua que usamos en nuestra relación, el inglés. A veces, usamos el francés y, en raras ocasiones, el español. Utilizo, de manera diaria, cuatro idiomas: español, inglés, interlingua y francés. De manera semanal, consumo contenido en italiano y, un poco menos, en portugués.
A los 19 era simplemente un apasionado monolingüe de la poesía. Hoy ya hablo seis idiomas, soy filólogo y enseño lenguas para ganarme la vida.
¿Quieres saber cómo lo hice posible?
Mis primeros pasos: el inglés
Ese verano de hace diez años fui consciente de la conexión entre la literatura y la lingüística (lo sé: wow, menuda epifanía). Y decidí comenzar por lo que, según había leído, era el libro fundacional de la Lingüística moderna: el Cours de Linguistique Generale (en aquel entonces lo leí en español: Curso de Lingüística General), por el suizo Ferdinand de Saussure. Pero… como hombre moderno, como filólogo del siglo XXI, no debía conocer solo la teoría: ¿¡cómo pretendía ser filólogo en nuestro mundo actual sin saber hablar inglés!?

Como ya me había convertido en un «aprendiz autónomo», al menos ya era capaz de consumir contenido en inglés por mí mismo.
Mi situación financiera no era precisamente boyante, así que no podía permitirme pagar a un profesor. Además, no tenía con quien practicar (aunque no habría sido nada complicado, pues vivía en una ciudad bastante internacional, Las Palmas de Gran Canaria), por lo que mis opciones se veían reducidas. Afortunadamente, poseía lo único que en nuestros tiempos es realmente necesario para aprender un idioma: un móvil con acceso a internet.
Comencé a leer en inglés
sobre los temas que me apasionaban (y aún lo hacen), la economía y el cristianismo). Como tantos otros antes, descubrí un principio esencial para el aprendizaje de idiomas. La mayoría del mismo, sobre todo de manera autónoma y sobre todo al inicio, se basa en el consumo masivo de contenido en ese idioma.
Aunque no sigo estrictamente los principios de Krashen (lo cual da para un buen debate, pero mejor dejarlo para un futuro artículo), sí que parece que se puede exponer el de Pareto en relación al aprendizaje de idiomas. El ochenta por ciento del tiempo (o esfuerzo) dedicado al aprendizaje de una lengua ha de ser consumo de la misma, ya sea lectura, música o cine. Desde entonces, tres cuartos de mi tiempo dedicado a una lengua lo estructuro de esa manera. Escojo un tema que me interese e investigo sobre el mismo en el idioma que estoy aprendiendo. Escucho podcasts, veo vídeos en YouTube o leo sin parar.
Obviamente…
esto no quiere decir que el output haya de desaparecer o ser ignorado. Si quieres aprender a montar en bici, has de montar en bici. Del mismo modo, si quieres aprender a hablar un idioma extranjero, has de hablar el idioma. Y sí, yo también tengo (¡todavía!) un poco de miedo al hablar una lengua que no domino, pero siempre recuerdo: un error es una oportunidad para aprender.

Recuerdo hablar con un estudiante de erasmus polaco en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Le explicaba algo sobre una de las clases a las que acudía en ese entonces, Semántica. Y cuando me preguntó qué estudia la Semántica, aprendí, tras errar, una diferencia sintáctica esencial entre el español y el inglés.
La Semántica es el estudio del significado = the Semantics is the study of the meaning
¿no? ¡Error! No hay un conjunto de Semánticas y un conjunto de significados, entre los que estamos escogiendo. Por lo tanto, en inglés no colocamos artículo determinado alguno: Semantics is the study of meaning. Ya no cometo más ese error.
¡No temas cometer fallos! ¡Abrázalos!
Un caso especial: interlingua
También ese mismo verano, leyendo en la Wikipedia sobre el magno y difícilmente igualable J. R. R. Tolkien para practicar mi lectura en inglés, me encontré con algo en lo que el escritor británico también fue un pionero en cierto modo: las lenguas construidas o artificiales.

Entre dichos idiomas, existe una subcategoría denominada «lenguas auxiliares», que son lenguas creadas con el fin de, de algún modo, facilitar la comunicación internacional, ya sea desde un punto de vista gramatical o ideológico. El más famoso caso de esta subcategoría es esperanto. Otros son ido (descendiente de esperanto), medžuslovjansky (también llamado «intereslavo») o interlingua.
Esta última puede ser descrita como una lengua intermedia romance simplificada, inspirándose en la gramática del inglés actual, por lo que también podríamos definirla como una lengua anglo-romance. De este modo, posee la musicalidad y elegancia de los idiomas romances y la simpleza gramatical del inglés. Permítanme mostrarles un ejemplo:
Mi nomine es Eduardo Ortega e io scribe un articulo re multilinguismo.
Esta belleza y simpleza captaron mi atención desde el minuto uno y me dediqué a aprenderla, al mismo tiempo que profundizaba y mejoraba mi dominio de la lengua de Shakespeare.
Bien que ideológicamente esta lengua fue construida para convertirse en lengua auxiliar, prefiero encuadrar esta lengua en el grupo de lenguas zonales, aquellas que son moldeadas a partir de una familia o rama de idiomas. En el caso de interlingua, de la rama indoeuropea romance.
¿Por qué? Porque considero que su mayor ventaja radica en otro lado, en sus inmensas capacidades propedéuticas. Aprender interlingua facilita el aprendizaje de otros idiomas, principalmente de aquellas romances.
Más lenguas: italiano y portugués
Después de ese año en que aprendí inglés e interlingua, pensé que no aprendería ninguna otra lengua. No estaba en mi mente convertirme en un políglota. Quería aprender inglés porque me negaba a ser un filólogo monolingüe y por su status de lengua global, e interlingua por su sencillez, belleza y elegancia.
Desgraciada o agraciadamente, el mundo tenía distintos planes para mí. Siendo como era, y como aún soy, un fanático sin remedio de la poesía de los Siglos de Oro español, la influencia de dos grandes poetas italianos, Petrarca y Dante, no me era desconocida. Finalmente, pude leer el Canzoniere del Petrarca y más tarde la Vita Nuova de Dante. Y este año, tras adquirir hermosas ediciones de la Divina Commedìa en su lengua original tanto en Francia como en la misma Florencia, ciudad natal de Dante, llega el turno de leer la magnum opus dantesca.
Más allá de la literatura, aprender italiano me ha permitido comprender con mayor profundidad la sensibilidad y la riqueza cultural del mundo renacentista, enseñándome que cada lengua es una ventana única hacia el alma de quienes la hablan.

Pero la cosa no acaba ahí, apenas tres meses más tarde, tras haber estado en constante contacto con brasileños en interlingüistán (palabra que yo mismo acuñé para hacer referencia a los hablantes de interlingua, dispersos por el orbe todo, y que ha tenido alguna fortuna), decidí aprender portugués también, aunque nunca ha sido una dedicación tan seria como con los otros idiomas. Aun así, hace apenas unos meses, y tras más de dos años sin hablar la lengua, descubrí con alegría que pude mantener una conversación decente en esta lengua con un compañero de trabajo de Portugal
mesmo que eu esteja um pouco enferrujado.
Emigrando a Francia
Entonces pensé «De acuerdo. Ahora sí que voy en serio con lo de ser políglota. ¡Qué apasionante es aprender nuevas lenguas! ¿Cuál debe ser el siguiente idioma? Lo único que tengo claro es que no será otra lengua romance. He de explorar algo más lejano».
Nuevamente, para bien o para mal, el mundo tenía otros planes para mí. En la todavía poco boyante situación financiera en que me encontraba, no pude decir que no a una oferta de trabajo en Francia, en la región sudoriental de Auvernia-Ródano-Alpes.
Recuerdo la mezcla de emoción y vértigo que sentí al llegar a Francia. Todo era nuevo: el paisaje, las costumbres y, sobre todo, el idioma. No dominaba el francés, y aunque mi trabajo era en inglés, cada interacción cotidiana se convertía en un pequeño desafío. ¿Cómo pedir ayuda para llegar a un sitio (asusta descubrir que Google Maps no funciona cuando estás en el extranjero y no conoces la lengua)? ¿Cómo pedir un chocolate caliente sin sentirme torpe? Fue ahí donde entendí que aprender una lengua no es solo añadir palabras a tu vocabulario; es aprender a vivir en otro mundo.
Pero…
el mundo, en su planificación para mí, tenía en mente obligarme a aprender francés y no pensaba darse por vencido fácilmente. Así, un año más tarde, trabajando con la misma compañía, puso en mi camino a una francesa que me conquistó y que pasó a ser compañera de vida.

Finalmente, la sexta lengua fue otra romance (¿u otro romance?): el francés. Como con las otras lenguas neolatinas, aproveché mi conocimiento previo de lenguas relacionadas con la que quería aprender para que dicho aprendizaje se viese acelerado. Y, como con los otros idiomas que había aprendido, decidí dedicar la mayor parte de mi esfuerzo lingüístico al consumo en dicha lengua, no solo para aprender a nivel gramatical, sino también para adquirir la cultura.
A diferencia de las otras lenguas, el francés tiene una dificultad añadida, que no es la gramática ni el vocabulario, los cuales ya casi poseía, prácticamente, gracias a las otras lenguas. No, la dificultad del francés radica en su sistema fonológico. ¡Para qué quieres tantas vocales, Víctor Hugo!
Estrategias de aprendizaje
A medida que voy aprendiendo idiomas, me reafirmo en un principio que ya expuse con anterioridad: la mayor parte del tiempo ha de ser dedicada al consumo de la lengua. En mi caso, consumo más contenido escrito, pues soy un fanático de la literatura. Puedo decir que he leído en sus lenguas maternas a autores como Tolkien, Shakespeare, Petrarca, Dante o Camus. De hecho, estos días me enfrenté a mi segundo libro de este último autor, Le premier homme, para seguir adquiriendo nuevo vocabulario en mi sexta lengua, el francés.

Además, he usado el
leverage
para aprender más rápidamente. Esto se trata de aprovechar los elementos comunes entre las lenguas que sabemos para aprender más rápidamente la que queremos estudiar. El ejemplo más simple aquí es el vocabulario compartido, casi siempre cognados (palabras en dos idiomas distintos de un mismo origen: como el latín vitam, que dio vida en español y portugués, vita en italiano e interlingua, vie en francés y, en su forma adjetival, vital en inglés). Pero también podemos usarlo con la gramática. Por ejemplo, en español no decimos *quiero que vienes, decimos quiero que vengas. De la misma manera, en francés:
je veux que tu viennes
donde el verbo «venir» también tomó la forma subjuntiva.
Este input o consumo de material en la lengua meta ha de ser material creado para nativos. Por mucho miedo que nos dé, nuestra mente se terminará adaptando rápidamente a lo que realmente nos vamos a encontrar en la vida real.
Esto no quiere decir que hayas de escoger algo de lo que no te vayas a entender lo que estás consumiendo. Por supuesto que el material ha de ser hasta cierto punto inteligible, si no no podrías aprender. Pero olvida aquellos listenings del colegio o escritos de libros de texto (o al menos, no dependas de estos como tu fuente de input).
Esto, además, tiene otra importantísima ventaja: no solo estarás consumiendo la lengua como un ente gramatical, sino que te empaparás de la cultura. Si no puedes permitirte una inmersión en el país, sumérgete en la lengua a través del consumo masivo de contenido en esa lengua, mientras absorbes poco a poco los gestos, las referencias y el humor de sus hablantes.
Más allá de mis títulos (referente a las lenguas,
soy filólogo especializado en la didáctica lingüística)
mi repertorio de lenguas son un testimonio de que sé lo que es estar en el lado del estudiante. ¡Lo sigo siendo cada día! Por eso, entiendo los problemas de mis estudiantes, y eso me permite ayudarles a superar cualquier obstáculo que enfrenten.
Además, a medida que añado lenguas a mi repertorio, más estudiantes puedo acoger bajo mi mentoría. Por ejemplo, al enseñar inglés a niños franceses, pude aprovechar mi conocimiento del francés para aclarar estructuras gramaticales complejas comparándolas con las de su lengua materna. Del mismo modo, enseñando interlingua a un señor checo que habla inglés y esperanto, utilicé las similitudes entre estas lenguas para facilitar su comprensión y acelerar su aprendizaje. Del mismo modo, en ambos casos, fui capaz de percibir el origen de las interferencias, al percibir estructuras francesas en inglés, o vocabulario en esperanto que no existe en interlingua.
Es una maravilla haber podido convertir mi pasión por las lenguas en mi profesión, y estar en contacto constante con personas con inquietudes similares. Ya hablaremos en otro artículo de los beneficios económicos de hablar un segundo idioma. Algo que todos sabemos sin datos, pero los mismos muestran algo interesante. Como diríamos en inglés, stay tuned.
En conclusión
Siempre me ha parecido muy difícil explicarle a alguien la diferencia que supone saber otro idioma. Cuando estás inmerso en la cultura, la simple transposición de las palabras de la lengua que sabes y la otra persona no a la lengua común se siente como algo… insuficiente. Hay algo que siempre se pierde, excepto en las formas más sencillas del idioma. ¡Por ello la poesía es intraducible!
Por lo tanto, por ser capaz de entender cosas que no podrías entender si no hablaras la lengua, o por los beneficios laborales de hablar otros idiomas. O por los beneficios amorosos (¡mírame a mí!). O por los beneficios culturales (el último libro de tu autor favorito aún no ha sido traducido, o quieres comprender bien lo que dice Eminem en esa canción tan polémica). Sea cual sea la razón, anímate y aprende una nueva lengua.

Y si en tu nueva aventura necesitas un profesor de español, inglés o interlingua, o si te interesa tener un mentor lingüístico, mándame un mensaje a contact@eduardoortegagonzalez.com
En próximos artículos, hablaré de manera más detallada de los beneficios de aprender lenguas, experiencias en el aprendizaje y distintas estrategias que puedes aplicar para mejorar tu estudio de distintos idiomas.
¿Piensas empezar con alguna lengua pronto? ¡Házmelo saber en los comentarios!